La estética es definitiva. Un sobre con una dirección escrita, con un remitente escrito, con un sello pegado en el vértice superior derecho y, dentro, un papel en el que una letra única se va abriendo camino, frase a frase, idea a idea. Nada puede compararse a una carta porque es exclusiva y única.
Un correo electrónico es todo lo contrario. Todos son iguales. La gran diferencia, entre uno y otro, es que hay un par de emoticonos de más o de menos porque no sabemos expresar emociones con palabras o, simplemente, porque sentimos pereza para decir las cosas bien. Las cartas son personales, íntimas.